Isabel Allende - Paula
Empiezo a escribir esta reseña larga con desasosiego infinito porque ya tenía un borrador previo que escribí justo cuando acabé el libro y no lo encuentro, no sé si borró o quien sabe donde lo habré escrito.... o hasta no sé si lo soñé, porque con estos días de noticias tan tristes con el COVID y el país patas para arriba y además haber estado un mes fuera de mi casa me tienen desubicada.
Pero el caso es que ya estoy en mi sitio feliz y en mi mesa de noche está bello y viejo mi libro de Paula, escrito por Isabel Allende y comprado en el 2003, pero que sólo pude decidir leer hasta hace un mes que me uní a un club de lectura y que mi viaje no me permitió conectarme a la tertulia, así que tengo las palabras atoradas en el pecho.
Mi historia con la lectura no sé realmente donde empieza, dice mi madre que me transmitió su vicio de aquellas épocas en que no existía Netflix, pero yo sólo recuerdo su recomendación de leer la Casa de los Espíritus y haberlo convertido en mi favorito y el de varias amigas de mi colegio, de ese libro en adelante decidí que mi escritora favorita era Isabel Allende.
Si es cierto que leído varios de sus libros, pero me falta mucha tela por cortar en materia de literatura, y mucho más de Isabel. Recuerdo haber comprado Paula y mi intención efímera de leerlo, pues cuando empezaron mis años de universidad la lectura por diversión quedó anulada y convertida en fiestas y verbenas sin fin.
Pero también recuerdo otros impulsos fallidos de leerlo, porque mal o bien ahí siempre estuvo en mi biblioteca impoluto. Lo empezaba y leía dos hojas y ahí quedaba por miedo a llorar. Cómo puede uno titular un libro con el nombre de su hija muerta? Realmente siempre me dio miedo. El mismo miedo que sentí hace un mes cuando lo empecé a leer, que necesidad de leer una historia triste? Saber que al final tu hija se va a morir? No lo concibo. Mi imaginación es ágil, triste y negativa...
Pero bueno, lo bonito de esta historia es que encontré un método diferente de llegar a ella, por recomendación de internet y de alguna amiga que no recuerdo incursioné en audible books y en lugar de leerla me la contaron. Me la narró una señora que por acento me parece que es chilena, así como yo pensaría que es la voz de Isabel y la pude oír a velocidad 3x porque soy muy mala para los cuentos lentos. Y me encantó.
Lo oí bañándome, en el carro, viendo el mar en una hamaca, recogiendo basura de la playa, en mi cama antes de dormir. Y pues si, la oí. No la leí y también lloré.
Tengo por decir que amo a Isabel Allende. Locamente. Me encanta la manera de contar sus historias. Su realismo mágico, y en este libro más realismo que magia es muy bello. La manera que describe su país con amor y ahínco es algo que yo nunca sentiré por mi tierra, pues yo siento amor y arraigo pero no tengo dolor de patria cómo se le siente a Isabel.
Sus historias de amor y sobretodo su pérdida, que dolor tan infinito. No puedo imaginarme perder a un hijo, es que no lo puedo pensar, lo que a ella le pasó y este diario que es Paula es su catarsis a la crisis emocional que ella ha tenido que sentir. Porque estoy segura que lo que oí de este libro es lo bueno, lo que ella pudo escribir en sus ratos de lucidez, no imagino peor calvario que perder a un hijo poco a poco.
Amo la manera en la que escribe, como describe, cómo toma decisiones en su vida y cómo ha sido de determinada para escribir. La admiro mucho realmente por lo que me temo que mi opinión es muy sesgada para esta reseña. Es un libro bello y descriptivo de su vida pasada, que ella narra mientras su hija moribunda espera la muerte.
Paula hoy en dia seria como de la edad de mi mamá e Isabel es un poco mas joven que mi abuela. Por lo que pude averiguar se volvió a casar o pues no sé exactamente pero tiene una nueva pareja diferente al personaje del gran amor que narra en el libro, todo esto a sus ochenta y pico. La empecé a seguir en Instagram.
Me gusta su postura frente a la religión, es clara. No cree en Dios. Lo defiende y lo dice sin miedo. “La fe es un regalo. Dios te mira a los ojos y así te escoge. Pero a mí me apunto con el dedo para llenarme de dudas. La incertidumbre comenzó a los 7 años”.
Me gusta cuando habla de Venezuela y de la migración colombiana hacia ese país en los tiempos de bonanza, Venezuela era un país rico y la clase baja colombiana se fue a hacer dinero y allá los venezolanos nos recibieron y había trabajo. Dice que el servicio doméstico era colombiano. Recuerdo esa migración.
Me gusta cuando habla de su amante músico y dice q es Géminis. Algo inestable. Q si hubiera leído el horóscopo hubiera sabido. Así somos los Géminis, indescifrables. Ya se acerca mi tan rechazado natalicio.
Me dio miedo una frase, porque estoy aun inmaculada con el cielo. Dice que las casas necesitan nacimientos y muertes para convertirse en hogares. Así que si así ha de ser que se demore mi hogar.
Dijo Isabel algo muy cierto también que me debato muy a menudo en mi cabeza, es el vaivén de mi estabilidad emocional, pues es una lucha constante entre el amor y el odio, la razón y la magia, la pereza y la fatiga. Una frase tan básica. “No hay libertad si independencia económica”. Y aquí estoy en esta encrucijada.
Me gusta también esto que dice con respecto a la fecha que comienza sus libros:
“Siempre escribo la primera línea de mis libros en esa fecha. Ese día trató de estar sola y en silencio por largas horas, necesito mucho tiempo para sacarme de la cabeza el ruido de la calle y limpiar mi memoria del desorden de la vida. Enciendo velas para llamar a las musas y a los espíritus protectores, colocó flores sobre mi escritorio para espantar el tedio y las obras completas de Pablo Neruda bajo la computadora con la esperanza q me inspiren por ósmosis. Si estás máquinas se infectan de virus no hay razón para que no las refresque un soplo poético”.
Mencionó también su apreciación sobre Omaira Sanchez en cuentos de Eva luna, yo no lo recuerdo, la historia de la niña. Pero a mi mamá le pregunto y llora. La tiene intacta en su cabeza, Omaira atrapada.
Y como palabras muy repetitivas inexorablemente - Inexcrutable.
Amo a Isabel Allende.
17 mayo 2021
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