Rosa Montero - El peligro de estar cuerda

Llegué a este libro por sugerencia de Storytel, no conocía la autora y tampoco sabía a qué me enfrentaba cuando lo comencé a escuchar. Me gustó. Es una introspección, una reflexión, una investigación sobre la locura. Sobre lo que pasa en las cabezas locas de personas cuerdas o de personas que por razones del universo no encajan en el común denominador, muchos de ellos artistas, escritores, músicos. Es un libro que tiene datos que dan cuenta de investigación ardua, la autora nombra personas de la vida real y habla de sus padecimientos psicológicos.

Es mucho de ella, provoca leerla. Conocer su obra.

El libro habla mucho del suicidio, al punto de llegar a adularlo, incluso, me hizo o me hace, dudar sobre su carácter. Es decir, el suicidio es inaceptable, esa es mi premisa, es un hecho prohibido para lo que a mi alrededor concierne. Sin embargo, me parece que Rosa Montero, aunque no lo propone, lo presenta como una alternativa justificada, o por lo menos propone entenderlo. Acabar con la vida misma es una opción indiscutible. Gústele a quien le guste. 

No estoy de acuerdo en normalizarlo, porque tengo hijas, porque soy hija de alguien. Solo por eso. Porque se me sale de la esfera de mi entendimiento. Pero, en todo caso, el libro lleva a esa reflexión.

El tema me tocó las fibras muy seguramente porque vengo de leerme El desierto y su semilla de Jorge Barón Bíza, autor que finalmente se suicida, al igual que su madre y su padre... creo que hice una referencia a ese tema en el post pasado. Y, actualmente estoy leyendo de Piedad Bonnet, Lo que no tiene nombre, que es el libro sobre el suicidio de su hijo. El universo me empujó a hablar de este asunto horrible, sin querer. 

Volviendo al libro, la conclusión es que para ser artista hay que estar un poco loco. 



Frases 

Una de las cosas buenas que fui descubriendo con los años es que ser raro no es nada raro, contra lo que la palabra parece indicar.

Ya lo señaló la formidable (y depresiva) Clarice Lispector: “La vocación es diferente del talento. Se puede tener vocación y no tener talento. Es decir, se puede ser llamado sin saber cómo ir”.

La droga reina del artista, y muy en especial del literato, es el alcohol. La bebida realza la sensibilidad, cuando bebo mis emociones se intensifican y las pongo en un relato. Los relatos que escribo cuando estoy sobrio son estúpidos, todo parece muy racionalizado y sin ningún sentido, dijo Scott Fitzgerald a una amiga en los comienzos de su descenso a los infiernos. 

Todos tenemos claro que escribir nos salva o al menos todos aquellos que nos vemos forzados a juntar palabras para poder aguantar el miedo de las noches y la vacuidad de las mañanas. Parece que los escritores han perdido el norte, escriben para darse a conocer y no porque estén al borde de la desesperación, dice en una frase memorable Charles Bukowski. 

Lo peor de envejecer es que no se envejece, decía Oscar Wilde en una de sus muchas frases célebres. Y tenía razón, no consigo incorporarme a mi verdadera edad, no entiendo cómo he llegado a esto, no atinó a descubrir en qué momento de mi juventud me perdí, como caí en el agujero de gusano espacio temporal que me trajo hasta aquí. La edad es una traición del cuerpo. Por dentro, como sostenía Wilde, nunca se envejece. Por añadidura, ese cuerpo conspirador y desleal cuenta con la colaboración de la sociedad en el golpe de estado que está perpetrando contra ti. 

Una siempre aspira a ser querida y ofrecer la mejor versión posible de sí misma.

El belga-suizo (…) de seudónimo Baltasar, autor de un librito excepcional titulado Mi suicidio que escribió justo antes de matarse, lo tenía clarísimo: necesito vivir con embriaguez, es necesario que en mi vida haya frecuentes momentos deslumbrantes. La poesía y la música pueden procurármelos.

Por eso somos incansables cazadores de lo sublime, por eso escribimos y pintamos y esculpimos y componemos, para robarle al sol un pellizco de su fuego.

La vida se regocija en seguir viviendo.

Vivo porque soy un ser vivo, es decir, porque estoy hecha para ello.

Cogemos la costumbre de vivir antes de adquirir la de pensar.

Voy a arriesgarme porque todavía circula la sangre por mis venas, porque mi cerebro sigue sin haber madurado por completo, porque Bárbara lo imagino para mí y porque quisiera morirme estando viva y eso es todo y es nada.


Reseña Oficial


«Siempre he sabido que algo no funcionaba bien dentro de mi cabeza», confiesa Rosa Montero en el comienzo de este libro, mientras recorre episodios de su infancia marcados por una imaginación desbocada, pero también por momentos que la hicieron dudar de su cordura. Afortunadamente, «una de las cosas buenas que fui descubriendo con los años es que ser raro no es nada raro». Su experiencia personal, la vida de grandes creadores que escandalizaron al mundo y su pasión por la neurociencia son los motores de esta fascinante investigación sobre los vínculos que unen genialidad y locura.

Comentarios