Margarita García Robayo - La encomienda

Me encantó este libro, de todo mi gusto. La narradora es encantadora, wow, súper wow. Me identifiqué. 

Es como una novela psicológica, todo el tiempo dentro de la cabeza que la voz que habla. Cuenta anécdotas de su pasado, lo que le sucede en el presente con su novio, con su madre tipo fantasma, con sus vecinos, con su jefe. Es un libro particularmente descriptivo. No recuerdo que los anteriores de Margarita fueran así, no lo sé, en todo caso no es abrumadoramente descriptivo. 

Se dice que se debe construir el espacio en acción y normalmente los escritores se pasan de piña, aquí me parecen concretos y acertados los detalles de su apartamento mini, el parque, el edificio de al frente. 

Me encanta la relación con la hermana. A mí me criaron diciéndome que al final solo queda la familia, que la familia es el único vínculo verdadero, y aunque, sí que lo creo, no toda la familia debe considerarse como tal. La familia solo lleva la sangre, el amor es otra cosa.

La narradora piensa cómo yo, se parece a mí, y puedo asegurar, por lo que he leído, que también se parece a Margarita, aunque vi alguna entrevista donde dice que no. Dice que su ficción, su autoficción, se aparta de ella. Pero insisto, yo leo a la autora hablando.

Quedé maravillada. Tengo envidia de su escritura, de la autora me refiero, de su vasto conocimiento que quisiera que fuera mío, de su imaginación, porque me siento leyéndome. Pero no. Los recursos no son míos.



Frases que me gustaron:


Mi teoría supone que la conciencia del vínculo basta para convencer a las personas de que el parentesco es un recurso inagotable; que alcanza para todo: unir destinos enfrentados, torcer voluntades, combatir deseos de rebelión, transformar mentiras en memorias y viceversa; o bien, sostener una conversación anodina. Pero no alcanza, al contrario, el parentesco es un hilo invisible, toca imaginarlo todo el tiempo para recordar que está ahí. Las últimas veces que vi a mi hermana me repetí a mí misma: somos hermanas, somos hermanas. Como quien solo puede explicarse un hecho misterioso acudiendo a la fe.

A veces siento que en mí viven dos personas, y que una de esas personas (la buena) controla a la segunda, pero a veces se cansa y baja la guardia y entonces la otra (la vil) se aparece sigilosa, con unas ganas locas de herir por gusto.

Al cabo de unos diez días de estar ahí, sin embargo, apareció la otra, la vil, y empecé a hacerme la elegante; a decir ridiculeces con la nariz alzada, como quien huele todo más de la cuenta.

En el mapa universal de oficios, escribir equivale al esfuerzo que empeña una garrapata en alimentarse y sobrevivir entre depredadores; yo me trepo en una rama, espero a la manada largamente, calculo la distancia menos riesgosa para dejarme caer sobre un bulto mullido y tomar una ración ínfima de su sangre, que a mí me permite tener esta vida restringida, pero suficiente. Mi trabajo es pequeño y un poco rastrero también. A veces la conciencia de esa pequeñez puede confundirse con resentimiento. Cuando cualquier persona más o menos cercana, indaga en mi expectativa real frente a la escritura, la explicación es tan abstracta que se lee como una queja o una respuesta resignada. Min 44.

Me molesta mucho el llamado el límite entre la preocupación y la intromisión, nunca está claro en la generalidad de las personas. 1.49

Me consuelo diciéndome que la verdad sobre las personas tiene poco que ver con lo que escriben sobre sí mismas. Aunque mucha gente cree que al escribir uno se desnuda, yo sé que en realidad uno se disfraza, se pone otras caras, se vuelve a hacer de un modo en el que se mezclan la culpa, la frustración y el deseo, y el resultado es un personaje perfectamente despojado y honesto. Y eso no tiene ninguna solidez real, una construcción así solo es posible dibujarla en papel. 2.02

Te voy a dar un tip de supervivencia (…) cuando te sientas abatida ordená (…) ordená todo lo que encuentres, se llama ocio productivo y a vos te va a hacer bien porque a mí me hace bien (…). Ordená hasta que el peso de lo que cargas se te haga llevadero, porque no es que se va el peso, ¿sabes? eso es importante saberlo (…)  el peso no se va, solo se aliviana. 2.25

Las familias son emboscadas, lugares inflamables. 

En mi familia no se estilaba el cariño, éramos respetuosos de las distancias, mezquinos en el tacto.

Una de mis taras de crianza era la imposibilidad de mezclarme con la clase obrera, ese mesero tenía mejor sueldo y mejores genes que yo, siguiendo el criterio que fundamentaba mis taras de infancia, pero era mesero. 3.34

Cuando el placer se deshace aparece como un charco la melancolía. Después, vino el silencio. Nos quedamos ahí en ese espacio reducido, su brazo pálido aplastado contra mi brazo marrón en un contraste rotundo y publicitario. (…) La intimidad entre dos personas está hecha de estos silencios, pensé. Hay otras cosas hechas de silencio: la confianza, los perfumes, la literatura. Me gusta el silencio, pero no tiene mucha gracia si se practica de a uno, entre dos, en cambio, significa plenitud; también significa ilusión de perdurabilidad. Pero no hay que fiarse, a veces el silencio es una forma de esconder lo frágil, mirarse para comprobar una felicidad manchada por el miedo de que, si alguien llega a mencionarla en voz alta, se rompa. 4.08

Si fuera vos les pondría una denuncia, sigue Susan. Es sorprendente cómo los demás te animan a hacer cosas que ellos no harían ni en sueños.

Antes nadie pensaba en cómo morían los animales, viste, ahora están obsesionados con que no sufran, pero es inconsistente con el hecho de que una vez muertos igual se los tragan. 4.36

La vida explota en tonos verdes.

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