Margarita García Robayo - ¿Qué tienes en la cabeza?

Este librillo dice que es el cuaderno #10 de Laboratorio de creación. Se titula ¿Qué tienes en la cabeza? Seguido por la frase “La búsqueda de sentido en la escritura”… así que de eso trata precisamente. Margarita explica por qué escribe, cómo escribe ella y da los respectivos consejos para las personas que desean escribir. Habla del género de la literatura que ella defiende, que es un mix de muchas cosas, y que si bien no tiene título, ni lo nombra como tal, entiendo que es lo que yo conozco como auto-ficción. Contar sobre nosotros mismos, pero con distancia… sobre el yo fabulado.


Creo que ella al defender todos estos criterios, su manera de escribir, y como defiende este tipo de escritura, la cataloga como una de las representantes latinoamericanas del género de auto ficción. 




Frases:  


Cuando mi mamá me regaló un diario —azul, tapa dura y con candado—, ya sabía para qué usarlo: me quejaba de mis compañeras de curso; de mi madre y su amante imaginario; de mi padre y su amante imaginaria; de mi barrio decadente; de mis hermanos y hermanas que, a medida que crecían, parecían felices no sé de qué. En la vida real, yo me reía con ellos —eran graciosos, eran diverti-dos, éramos niños—, pero después me encerraba en el cuarto, abría mi diario y escribía: ¡¿se puede saber de qué mierda se ríen?!

Tenía un lugar en donde depositar el hartazgo.



Cuando uno pretende escribir a partir de uno mismo, aferrándose a su subjetividad, debe saber que esa decisión implica partirse en dos: un yo que toma distancia para mirarse y narrar, y un yo que es narrado. Uno que quiere mostrarse y otro que quiere esconderse. De ese «conflicto de intereses», de esa batalla de «yos», nace una voz.



Cuando los jóvenes poetas ne piden consejo siempre les digo lo mismo: que lleven una vida sana, que coman bien, que se cuiden, porque el lugar del que procede la poesía es un lugar sano».

¿De dónde sale la escritura?

En mi caso, lo dicho: primero, de una molestia (zapatos que lastiman); de una angustia (voces que me desvelan). Pero después: del equilibrio y del margen.



En una entrevista, John Martin — el editor histórico de Bukowski— dijo que en los casi cuarenta años que trabajó junto a Charles no lo vio borracho ni una sola vez. Pero era alcohólico, le insistía el periodista, ¿cuándo se emborrachaba, entonces, este hombre? No lo sé, pero no mientras escribía, contestó Martin.



El único camino posible para este tipo de escritura es la indagación constante, la pregunta irresuelta, la búsqueda infinita.

El autor que escribe desde este lugar espera, como quien se queja, ser escuchado. Y espera que al expresarse se calmen las voces, se ordenen los estantes, se aliviane la carga, se cierre su figura y adquiera, por fin, la integridad que le falta. ¿Lo consigue? En mi opinión, casi nunca. Pero es lo mismo que dicen del amor, que si supiéramos a qué nos exponemos, nunca nos atreveríamos a encararlo. El autor que escribe desde este lugar está permanentemente al acecho de algo que se le escapa. Es un romántico y un fatalista. Tiene la conciencia de que la plenitud no está a su alcance, pero va juntando piezas, pequeños hallazgos que le dan sosiego.

—respuestas pasajeras, una frase genial en un cuento médiocre y un gran etcétera—.

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